viernes, 5 de marzo de 2010

Sólo Humano

La Saga Crepúsculo pertenece a Stephenie Meyer. "Only Human" pertenece a Amethyst Jackson

Capítulo 16
Conforme septiembre llegaba a toda prisa, Edward finalmente encontró un empleo. Esto tomó tiempo –los empleos de oficinista venían mucho más baratos de lo que Edward estaba dispuesto a aceptar como salario-, y al final, le tomó al padre de Edward pedir algunos favores y conceder otro pocos para que alguien le ofreciera trabajo a Edward.
Podía decir que él no estaba para nada complacido con la situación. Aunque nunca lo dijo, sabía que lo irritaba la idea de deberle a alguien algo. Ya estaba erizado por tener que ir a cócteles con su padre.
"…y la peor parte," continuó despotricando mientras yo lo miraba juguetear con su corbata en su primera mañana en el trabajo, "es que no gano ni de cerca tanto como podría ganar haciendo algo más, y aún así tengo que estar 'agradecido' por la oportunidad porque es sólo un favor."
Luché valientemente por mantener una cara seria, pues el podría verme en el espejo, sentándome sobre la cama detrás suyo - pero eventualmente se dio cuenta que me estaba sacudiendo de la risa y me miró con el ceño fruncido – lo que sólo me hizo reír más.
"Oh, Edward." Me puse en pie y fui hacia él, alisando su chaleco. "Es sólo un trabajo, ¿recuerdas? Es sólo hasta que hayas satisfecho a tu padre, no para siempre. Y lo más importante, yo te esperaré. No tienes que ganar todo el dinero en el mundo de modo que puedas llevarme rápido al altar. Yo aún estaré aquí."
Mis palabras de ánimo tuvieron el efecto deseado - la boca de Edward se torció en su involuntaria sonrisa, y sentí sus hombros relajarse bajo mis manos.
"Tal vez tu puedas esperar," dijo, "pero estoy no seguro que yo pueda."
"Sólo tendrás que recordar que la paciencia es una virtud," dije, empinándome en la punta de mis dedos para besarlo. "Y yo soy, después de todo, la guardiana de tu virtud. Mejor que me escuches."
Edward resopló, aunque mantuvo nuestros cuerpos cerca. "Estoy empezando a pensar que eres la guardiana de mi virtud más pésima que pude haber encontrado. Me encuentro a mi mismo en peligro a cada paso."
"Un burro hablando de orejas," dije, apuntándolo a él y luego a mí. "Ahora, creo que tienes aproximadamente 20 minutos. Mejor que empieces a moverte."
A regañadientes se alejó y puso su chaqueta sobre sus hombros. Vestido como un verdadero hombre de negocios, si que se veía devastadoramente apuesto. Su chaqueta azul marino y pantalones resaltaban en perfecto contraste con su cobrizo cabello; un chaleco a rayas enfatizaba su delgado y sólido torso; y la corbata era como un moño sobre el hermoso paquete esperando para ser abierto. No estaba entusiasmada en que se fuera más de lo que él estaba.
"Te veré cuando llegue a casa," suspiró, besándome una última vez.
"Estaré esperándote," dije mientras lo seguía abajo hacia la puerta principal. Me lanzó una gran sonrisa sobre su hombro antes de salir a la calle.
Mientras los hombres no estaban, Elizabeth trató de enseñarme a tejer. Era increíblemente doméstico, y no estaba segura de que realmente me gustara. Nunca había sido muy buena con lo doméstico.
"No te preocupes, para mí tampoco fue por naturaleza," dijo Elizabeth, luchando por no reírse del lío enmarañado que había hecho de mi hilo. De alguna forma había formado un montón de nudos en mi regazo en vez de una hilera de puntadas como se suponía tenía.
"Nunca he sido muy buena en esta clase de cosas," suspiré, flexionando mis cansados dedos que habían pasado horas agarrando una aguja. "Tú sabes, cosas hábiles. Todo lo que puedo hacer es cocinar."
"Bueno, esa es la importante," rió Elizabeth. "A Edward no le importará que no puedas zurcir sus calcetines si está bien alimentado."
Tartamudeé por mi sorpresa, a lo cual ella sonrió gentilmente. "Si, Bella, yo se. Edward me dijo que quería casarse contigo –pero aunque no me lo hubiera dicho, yo lo habría sabido. Puedo leer a mi hijo como a un libro abierto. Y es por eso que se que tu eres exactamente lo que él necesita. Estoy contenta de saber que él te tendrá cuidándolo."
Mi garganta se sentía demasiado ajustada, haciendo difícil el respirar. ¿Se sentiría ella de la misma forma si supiera que yo estaba condenando a Edward al dejarlo permanecer en la ciudad? "Espero, espero poder," dije finalmente, picoteando mi montón de tejidos fallidos.
"Se que podrás," respondió Elizabeth, palmeando mi mano. "No me refiero tanto a físicamente… él es un chico, por lo que dudo que alguna vez olvide comer. Pero a veces se pierde tanto en su propia cabeza que no ve el cuadro completo. Y creo que tu eres la chica exacta para hacerlo ver."
Mi sonrisa era un poquito llorosa, pero no pude evitarlo. Esta mujer era mejor de lo que alguna vez había soñado que la madre de Edward podría ser, y estaba siendo tan amable conmigo. Sería tan doloroso decirle adiós. "Gracias, de verdad. Por todo."
"No hay nada por lo que agradecerme," dijo Elizabeth. Estiró su mano y recogió mi torturado proyecto. "Creo que mejor nos rendimos con este."
Acepté de todo corazón.
Cuando Edward regresó a casa, la expresión en su cara sugería que acababa de regresar de una zona de guerra. Estaba exhausto, y un poquito gruñón para empezar. Realmente no me importaba; comparado con uno de los estados de ánimo de mi Edward, este Edward era sólo sencillamente lindo.
Edward no me pidió permiso antes de escabullirse dentro de mi cuarto esa noche, y no podía culparlo. Sería ridículo, dado su obvio cansancio y la mueca en su cara, acusarlo de tener intenciones impuras.
"¿De verdad fue tan malo?" Le pregunté mientras dejaba caer su cabeza sobre mi hombro. Pasé mis dedos sin rumbo fijo por su cabello; eso siempre lo relajaba.
"Supongo que pudo haber sido mucho peor," suspiró Edward. "No debería quejarme. Pero ese trabajo es tan tedioso, y parece que siempre estoy haciendo vueltas y aceptando órdenes. Preferiría estar haciendo una labor manual que desperdiciando mi poder mental en esta tontería."
Bufé. "¿Qué clase de ley es?"
"De propiedad," dijo Edward con desagrado. "Terriblemente aburrido. Debía haber demandado algo en la ley criminal. Al menos ahí había algunas buenas historias."
"Tu serías un terrible abogado con pretensiones de superioridad moral," me reí, imaginándome a Edward en un papel en La Ley y El Orden (Law and Order, el programa XD). Ningún jurado tendría una oportunidad contra sus poderes persuasivos.
"Discutiría, pero estoy demasiado cansado," suspiró Edward, metiendo su cabeza en mi cuello. "¿Puedo simplemente esconderme en tu cama para siempre?"
"Podrías, pero tengo el presentimiento que alguien pensaría en buscarte aquí. Especialmente si yo me quedo contigo."
"Hmm..." ya se estaba quedando dormido. Besé su frente y lo abracé con fuerza; la necesidad de protegerlo y de preocuparme por él surgió con fuerza en mi interior. Él era tan vulnerable, de las formas humanas y también en las formas que afectaban a mi Edward, aunque él trataba de esconderlas mucho más. Se me ocurrió que nunca había hecho tanto como pude para proteger a mi Edward –no de los peligros externos, sino de si mismo. Si regresaba… cuando regresara, eso cambiaría. Me haría cargo de él como él necesitaba, como él merecía.
Los días pasaron volando mientras yo caía en una fácil rutina. Edward me besaba de despedida cada mañana e iba a trabajar. Yo haría de todo lo que podía para ayudar en la casa –por muchas veces que Elizabeth insistiera en que no era necesario, y por muchas veces que Edward dijera que su padre no tenía nada contra mí, yo aún me sentía como una carga, y no quería darle a ninguno de ellos razón alguna para que cambiaran su opinión de mí. Por lo que ayudaba con la cocina y la limpieza, aún cuando Elizabeth trataba de convencerme que los sirvientes podían encargarse. Yo hacía recados, ayudaba en el jardín, e inclusive seguía luchando por tejer y coser, aunque no mejoré mucho.
Hoy era septiembre 12. Un día antes de mi cumpleaños, no que mi cumpleaños realmente significara algo en esta época. Sólo habían pasado un par de meses desde que había celebrado mi cumpleaños en mi tiempo. Todavía no sabía por qué mi deseo había enviado al 17 de julio, de todos los días, pero me había rendido en esa pregunta.
Estaba afuera e iba hacia la tienda de telas en búsqueda de hilo. Hoy las calles estaban a reventar; era el día más fresco desde que había llegado. No podría culparlos por querer salir.
En el interior de la tienda, todo estaba silencioso. Había otras dos mujeres comprando juntas, mirando delicadas sedas. Me encaminé hacia los rollos de hilo arrinconados al otro lado de la tienda, mirando los diferentes colores. No estaba segura de qué comprar.
Me estaba debatiendo entre dos tipos de amarillo para hacerle juego a la tela que sería usada cuando sentí el marcado escalofrió de ojos mirándome. Echando un vistazo sobre mi hombro, vi a la última persona con la que quería tener un encontrón hoy acercándose con una sonrisa que no era nada menos que salvaje.
"Bella, me estaba comenzando a desesperar por no verte de nuevo," dijo Norman, acercándose junto a mí. Retrocedí un paso; él hacía que mi piel se estremeciera de manera poco agradable.
"He estado ocupada con Edward," dije con mordacidad, cruzando mis brazos de modo protector sobre mi pecho.
"Ah, si, Edward," sonrió Norman con maldad. "Escuché que decidió renunciar a la escuela, que ha tomado un trabajo de oficinista. Que poco digno. ¿No quieres a alguien más refinado? Una chica como tú merece un hombre verdadero."
Resoplé en su desdeñosa cara. "Tengo un hombre verdadero. Hablando de ello, ¿no debería estar usted en la escuela justo ahora, metiendo a hurtadillas jóvenes e inocentes chicas a su cuarto?"
"Ya he terminado," respondió Norman sin problema. "Yo estaba un año adelantado a Edward. Ahora no intentes decirme que el pequeño Edward ha estado satisfaciendo todas tus necesidades."
"Nado sobre Edward siendo pequeño," dije con rudeza. "Y estoy perfectamente satisfecha."
Norman se recostó contra los escaparates con sus brazos cruzados, fingiendo una vaga sonrisa –pero vino como una mirada maliciosa. "¿Está segura, Srta. Swan? ¿Él la hacer gritar? Porque de otro modo no lo está haciendo bien."
Mi temperamento estaba llameando, y sabía que estaba entrando a territorio peligroso, pero él me provocó. "Él lo está haciendo bien," siseé. "Y si usted no me deja sola, juro que lo patearé donde el que gritará será usted".
Eso no tuvo el efecto deseado. En vez de huir de mí, se rió con fuerza. "Así que has dejado a Edward meterse bajo tus faldas, ¿verdad? Me pregunto que tendrían que decir sus padres si supieran."
No podía admitir muy bien que nunca había tenido sexo con este Edward cuando había acabado de defender su destreza, pero su amenaza me agitó.
"Ellos no sabrán."
"Oh, pero yo debería informarles," dijo Norman con inocencia. "Ellos deberían saber qué clase de chica esta juntándose su hijo."
Achiqué mis ojos, apretando mis puños. Sentí mis lagrimales reacciones, como siempre lo hacían cuando estaba enojada. "Ellos nunca te creerían sobre Edward."
"No te preocupes, Bella. Puedo ser muy persuasivo cuando lo necesito. He hecho mis tarea, Bella. Se que no tienes familia, amigos. Cuando ellos te pateen a la calle, tal vez reconsideres tu actitud hacia mí."
Con esa amenaza final, él me dejó. Esperé hasta que hubiera salido bien despacio de la tienda antes de volverme hacia el hilo olvidado, lágrimas derramándose por mis mejillas. Él no podría tocarme, me dije a mi misma. Le explicaría lo que había pasado a Edward, y él entendería. Elizabeth nos creería a nosotros, no a Norman. Y ella podría convencer a Edward padre que no había nada por lo cual preocuparse, nada en absoluto.
Pero eso aún no detuvo mis manos de temblar un poco mientras las estiraba para alcanzar los carretes, sin prestarle atención a cual tono cogía.
Edward me pinchó con un dedo, bajándome de las nubes. "¿Qué sucede?" preguntó, quitándome el libro sin leer de mis manos. "Has estado distante toda la noche."
"Oh, um… bueno… tuve un encuentro poco placentero hoy," admití, sabiendo que era inútil resistírsele. Él me lo sonsacaría de una forma u otra.
Edward achicó sus ojos. "¿Qué clase de encuentro poco placentero?"
"Norman Bouchard," suspiré, viendo sus puños apretarse automáticamente. Su cuello se había puesto rojo; Me preocupé que se hiciera daño – o lastimara a alguien más.
"¿Qué te dijo?" Demandó Edward. "¿Hizo él...se de insinuó de nuevo? Porque juro…"
"Fue sólo lo usual," lo interrumpí. "Trató de volver a insinuar que yo no estaba...tu sabes, satisfecha, y yo…bueno, yo estaba enojada, por lo que más o menos insinué que… que me estabas… satisfaciendo." Las insinuaciones eran un dolor de cabeza.
Las mejillas de Edward se habían vuelto rosadas, pero parecía como si alguna de su rabia se había desvanecido. "¿Y cómo se tomó él eso?"
Fruncí el ceño. "Amenazó con contarle a tus padres."
Edward consideró eso por un momento. "Eso me suena como algo que Norman haría."
"¿No estás preocupado?" Pregunté, buscando consuelo. ¡Edward me rodó sus ojos!
"Bella, mis padres te aman y confían en mí. No hay nada por lo que preocuparse. Incluso su hubiéramos… lo que quiero decir es, estamos comprometidos. No que yo aprobara eso," tartamudeó, "pero si de todas maneras nos fuéramos a casar, no sería tanto escándalo…ahora supongo que realmente necesitas un anillo."
Me quedé mirándolo con la boca abierta, pero él ya había comenzada a mascullar cálculos sobre su salario y cuando podría comprarme un anillo decente. Suspiré y volví a tomar mi libro. Déjale a Edward el usar una mala situación como excusa para ser aún más…matrimonial.
Tendría que decirle a mi Edward que no había cambiado ni una pizca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario