jueves, 3 de junio de 2010

Sólo Humano

Capítulo 17


Mi cumpleaños pasó tranquilamente, lo cual...era confuso, por decir poco. No me atreví a contarle que día era –la última cosa que necesitaba era otra celebración fallida-. Me preocupaba que mi cumpleaños fuera el catalizador que me enviara de regreso a mi tiempo –que los aproximadamente dos meses eran todo el tiempo que me había sido dado para cumplir mi deseo.
Pero las horas pasaron normalmente, una tras otra, y yo aún estaba aquí en 1918, aún viviendo la vida que había establecido. Ahora era media noche; el cálido cuerpo de Edward estaba acurrucado a mi alrededor, un brazo colgando de mi cintura, y nada había pasado.
Mi cumpleaños había terminado, y nada había cambiado.
Un tormentoso miedo me mantuvo abierta hasta las tempranas horas de la mañana. Me di cuenta que había estado poniendo todos mis huevos dentro de la muy pequeña canasta que era mi cumpleaños. Si ese día en particular no me enviaría de regreso, ¿qué lo haría? ¿Regresaría una vez mi deseo estuviera completo…y cuánto tiempo tomaría eso? ¿O sería completamente incapaz de regresar, a pesar de lo que pasara?
Sabía que era muy probable que Edward cayera enfermo con la llegada de la epidemia, y si moría…bueno, obviamente, tendría que asegurarme que Carlisle lo cambiara. No lo podría dejar morir; eso me destruiría. Pero una vez él fuera un vampiro, yo no podría quedarme con él…él sería un neófito, con toda la inestabilidad sobre la que Edward me había estado advirtiendo. Él no sería capaz de estar cerca de mí. Y si yo no podía regresar a mi época… ¿A dónde iría?
Finalmente me quedé dormida con esos pensamientos rondando mi cabeza, y soñé con estar perdida en la oscuridad, incapaz de encontrar mi camino a casa. Seguí llamando por Edward, pero él nunca vino.
Desperté hacia más oscuridad, pero Edward estaba ahí, sacudiéndome con suavidad. "¿Bella? ¿Estás despierta?"
"Si..." todavía estaba medio en mi sueño, desorientada.
"Me estabas llamando en tu sueño," explicó mientras su cálida mano acunaba mi mejilla. "¿Estás bien?"
"Sólo fue un mal sueño," respondí, acurrucándome en él. Su calidez era reconfortante. "Estoy bien ahora,"
"Sonabas tan asustada," susurró Edward, acariciando mi cabello tiernamente. "Me sentí inútil; no me gustó."
"Lo siento," sonreí. "Supongo que tendrás que encontrar una forma de caminar en mis sueños y rescatarme de mi subconsciente."
Edward rió. "Cierto. Como si yo alguna vez pudiera vagar alrededor de la mente de las personas."
Afortunadamente, Edward asumió que yo me estaba riendo de la broma.
Septiembre 13 se convirtió rápidamente en septiembre 20. Eso me sorprendía, el ritmo al que parecía estar volando el tiempo. Se sentía como si apenas fuera ayer cuando había caído en esta época y había posado mis ojos sobre un Edward humano. De hecho, cada vez que ponía mis ojos sobre él se sentía como la primera vez. Mi mente no podía simplemente ajustarse a ello.
Creo que hoy había sido un poco demasiado útil. A Elizabeth no le importaba que pasara tanto tiempo en la cocina si yo realmente quería, pero a la cocinera si le importaba que yo me volviera un estorbo –y derramara. Yo derramaba mucho. Por lo que había sido enviada a comprar manzanas, ahora que estaban en temporada, mayormente para hacerme sentir útil. La tarta de manzana planeada era sobrante dado a la torta ya horneándose en el horno.
Otro que mi miedo de encontrarme con Norman –lo más seguro es que terminara dándole un rodillazo en la ingle, y eso no era muy femenino- era un hermoso día. El vendedor, un hombre de mediana edad, me sonrió cálidamente mientras examinaba la selección, escogiendo las mejores manzanas.
Casi había terminado cuando hubo un alboroto tras de mí. Me di la vuelta, viendo una multitud de gente rodeando a un hombre en el suelo. Cuando me di cuenta exactamente de lo que estaba presenciando, me congelé en mi lugar, dejando caer al polvo una olvidada manzana roja.
El hombre era pálido y sudoroso, claramente enfermo. Estaba luchando por levantarse, pero se veía demasiado débil. Dos hombres estaban intentando ayudarlo, pero parecía tener una débil noción de conciencia.
Se veía como la gripe. Y yo sabía que la gripe de este año no sería normal; sería devastadora.
Me apuré a casa, manzanas olvidadas.
Una vez llegué a casa, me di cuenta que había exagerado un poco. Tal vez lo que había visto era simplemente un hombre enfermo con una cepa perfectamente normal de gripe. Después de todo, podría no ser la epidemia que yo estaba esperando. Y todo estaba perfectamente normal en el hogar Masen. Elizabeth estaba en su escritorio, trabajando sin parar en su correspondencia, lo que fuera que eso implicara. Y ambos Edward, Sr. y Jr. estarían en casa pronto. Todo era como debería ser.
Cuando Edward finalmente llegó a casa, estaba animado de modo alarmante. Con prontitud me arrastró fuera de la sala, subiendo las escaleras hacia mi cuarto. Consideré las posibilidades; ¿se estaba volviendo a poner inquieta su virtud?
"Tengo algo para ti," dijo con emoción mientras cerraba la puerta tras nosotros. Me senté cautelosamente sobre mi cama, examinando sus sonrosadas mejillas y brillantes ojos.
"Está bien," suspiré. No iba a arruinar su diversión, no esta vez. "Estoy lista."
Metió su mano en el bolsillo de su chaqueta y hundió en una rodilla. Luché la urgencia de enterrar mi cara en mis manos y bloquear la imagen. ¿De verdad me iba a lo proponer otra vez?
Oh, pero si que lo iba a hacer. La pequeña caja en su mano se burlaba de mí mientras él me miraba a los ojos con esperanza"
"Isabella Swan, esto lo hará oficial," dijo, incapaz de mantener alejada la sonrisa de su cara. Que romántico empedernido era. "Juro, que te amaré por el resto de mi vida. ¿Te casarás conmigo?"
Su vida sería mucho más larga que lo que él jamás había imaginado, pero aún así, sabía que las palabras era absolutamente verdad. Él me amaría para siempre… cada día de la eternidad, justo como había prometido. Mi corazón se encogió.
Edward abrió la diminuta caja, revelando un pequeño anillo asentado en el forro de tela. Era dorado, y mucho más pequeño que el anillo de su madre –un zafiro circular con un diminuto diamante acomodado a cada lado. Sonreí. Él había trabajado tan duro para comprar ese anillo.
"Si, Edward. Por supuesto que me casaré contigo."
Él recompensó mi tolerancia con su sonrisa torcida y felizmente deslizó el anillo en mi mano izquierda. El nuevo peso sobre mi dedo era reconfortante; me había sentido extraña sin los primeros anillos que Edward había puesto sobre mi dedo.
"Es muy bonito," comenté, divertida por la contenta expresión sobre su cara. "¿Qué te hizo escoger un zafiro?" Él no podría saber que era mi piedra de nacimiento.
Edward se encogió. "Simplemente me recordaba a ti. Se ve como si está llena de pensamientos secretos y misterios…y es hermosa, por supuesto."
Él se levantó de su rodilla y se unió a mi sobre la cama. Su brazo me abrazo alrededor de la cintura y su mentón descansó sobre mi hombro mientras inspeccionaba mi recién adornada mano. "He estado pensando", murmuró. Su aliento revoloteó contra mi oído, haciéndome temblar. "Si puedo convencer a mi padre de dejarme conseguir un mejor trabajo dentro de los siguientes meses, podemos casarnos en un año. Si ahorro correctamente."
Mi corazón se rompió por él. ¿Cómo podría decirle que no tenía otro año? ¿Que ninguno de los sueños que colgaban fuerte de sus palabras se volvería realidad?
Puse una sonrisa falsa antes de besarlo, con fiereza, tratando de decirle sin palabras cuanto lo lamentaba. Él malinterpretó mis desesperación por entusiasmo, respondiéndome sin abandono. No me importó; me gustaba la sensación de sus dedos enterrándose en mi espalda y su lengua deslizándose contra la mía.
El timbre metálico de la campana de cena destrozó el momento. Nos apartamos de mala gana, ambos con caras coloradas y cortos de aliento.
"Creo que ella hizo eso a propósito," dijo Edward con pesar, echando hacia atrás en el cabello que se había soltado de mi moña mientras nos besábamos.
"Podemos reasumir esto luego," dije, a lo cual él sonrió"
"Más nos vale."
Mano en mano, bajamos a cenar. Sus padres ya estaban sentados, levantaron la mirada ante nuestra entrada. Los ojos de Elizabeth se fijaban detenidamente en mi mano izquierda, pero gracias al cielo, no se paró de un salto y la agarró como estaba medio esperando. Simplemente me dio una cálida sonrisa mientras Edward sacaba la silla para mí.
La pequeña charla normal siguió – Elizabeth preguntó como había sido el día de su esposo y su hijo, como la devota madre y esposa que era. Edward no paró de sonreír durante la duración de la comida, pero su padre no pareció notarlo. De hecho, su padre había estado un poco fuera de ello todo el tiempo. Le eché un vistazo más de cerca y noté que estaba sudando. Pero estaba un poquito caliente. Podría ser nada.
Al parecer, no fui la única que lo había notado. Ahora Elizabeth estaba mirándolo detenidamente con una expresión de preocupación, y Edward se dio cuenta también.
"¿Padre? ¿Estás bien?"
Edward Masen, padre, levantó la mirada con cara de sueño. "Bien, bien. Sólo un poco enfermizo, supongo."
"Quizás deberías recostarte," sugirió Elizabeth, sintiendo su frente con la parte de atrás de su mano. "Estas afiebrado, corazón."
"Podrías estar en lo cierto," suspiró. "Si creo que me recostaré un rato..."
Se paró temblando de la mesa y vagó casi sin rumbo fijo fuera del cuarto. Miré entre Edward y Elizabeth, quienes estaban frunciendo el ceño de preocupación de igual forma.
"Quizás debería ir a revisarlo," dijo Elizabeth, tirando de lado su servilleta. Se movió de modo calmado desde la mesa, pero era fácil ver el pánico en sus ojos. Él pánico que estaba esparciendo rápidamente a través de mi cuerpo. Miré a Edward, quien ahora me estaba viendo.
"Edward, ¿qué es?"

Él agachó su mirada hacia su medio terminada comida, claramente considerando lo que quería decir. "Sólo estoy…preocupado, Bella. Hubo historias en el periódico el mes pasado sobre un epidemia en Boston, alguna clase de…congestión en los pulmones. Mataba en días….horas, en ocasiones. Y si…"
"¿Y si llega aquí?" terminé, ya habiendo alcanzado esa conclusión. "Vi a alguien colapsar en el mercado hoy. Él estaba demasiado débil para pararse…"
Su garganta se tensó mientras tragaba con dificultad. "Pienso que deberías dejar la ciudad por un tiempo, Bella. No quiero arriesgarte a atrapar esto.

"No sin tí," discutí, sabiendo que él nunca dejaría a sus padres ahora.

"No puedo – soy necesitado aquí, Bella." Sus ojos me rogaron, pero esta vez no podía darle lo que quería.

"Si tú estás aquí, eso significa que soy necesitada aquí también. No te dejaré ahora. Y también me preocupo por tus padres – soy parte de esta familia ¿no? No puedo escapar."

Edward suspiró, su expresión adolorida. "Sabía que no aceptarías, pero de todas formas tenía que preguntar. Pero Bella, si algo te pasa -"

"Shh ahora," dije, estirando mi mano a través de la mesa por la suya. "Nos sobrepondremos a esto juntos."

Y le di una tranquilizante sonrisa que no sentí, pero sus hombros se relajaron de todos modos. Tal vez me había vuelto mejor mentirosa desde que había venido al pasado.
No quería nada más que treparme a sus brazos y llorar, pero esta vez, yo tenía que ser la fuerte y desinteresada. Edward nunca podría saber cuan malo se volvería esto, y yo no podría dejar que mis miedos me manejaran. La posibilidad de que todos sucumbiéramos antes la influenza existía –no tenía garantía que yo no caería victima también-. Pero tenía que hacer lo mejor que pudiera para cuidar a Edward ahora; me podría preocupar por mi después.

No hay comentarios:

Publicar un comentario