viernes, 9 de octubre de 2009

Sólo Humano

La Saga Crepúsculo pertenece a Stephenie Meyer. “Only Human” pertenece a Amethyst Jackson. Tatarata se adjudica la traducción.

Capítulo 13

Los siguientes días pasaron rápida y calmadamente. Julio se convirtió en agosto con poco revuelo. No me volví a topar con Norman de nuevo, para mi gran alivio –No estaba segura si se había rendido o simplemente no había tenido la oportunidad de acosarme-. Estos días, sólo dejaba la casa con Edward por cosas pequeñas. No había más fiestas grandes y no tenía razón para salir por mi cuenta.

Nunca hablábamos de nuestra cambiante relación, pero siempre estaba ahí en los roces casuales y las incontables horas que pasábamos juntos. Una parte de mí quería más; otra parte estaba feliz de estar cerca de él sin preocuparme constantemente.

Agosto 3 estaba probando ser el día más caluroso del año hasta ahora. Estaba en la sala, donde todas las ventanas estaban abiertas de par en par, leyendo. A Elizabeth no se le veía por ningún lado; supongo que estaba encontrando su propio alivio al calor. No estuve completamente sorprendida cuando Edward apareció dentro, mangas dobladas hasta sus codos, con una expresión miserable. Se dejó caer en el sillón conmigo, dejando que sus piernas colgaran sobre el apoyabrazos y dejando caer su cabeza sobre mi regazo. Miré su expresión adolorida con diversión.

“Realmente no es tan malo, Edward,” dije, marcando la página antes de dejar el libro de lado.

“¡Lo es!” se quejó, cerrando sus ojos. Yo estaba fascinada por el sudor adornando su sien…mi Edward no era capaz de sudar, supuse. Este lo hacía ver… sexy.

“¿Qué propones que haga sobre ello?” pregunté, divertida.

“No lo se,” masculló, pensando en ello. Sus ojos se abrieron de golpe un momento después, sorprendiéndome. “¡Ven a nadar conmigo!”

Parpadedé. “¿Nadar? ¿Dónde?”

“En las afueras de la ciudad,” dijo ansioso, sentándose tan rápido que debería estar mareado. “Tenemos una casa de vacaciones –no hemos ido este año porque mi padre a estado demasiado ocupado con el trabajo- y hay un fantástico riachuelo en la propiedad; es perfecto para nadar.”

La idea era atrayente. Estaba sudada por todos lados –faldas largas eran una molestia enorme- y la idea de agua fría era casi irresistible.

“No tengo nada para usar,” señalé, aunque sabía que perdería esta batalla. “¿Y cómo llegaremos allí?”

Edward rodó sus ojos. “Contrataré un coche de caballos. Y nadaremos en nuestra ropa interior. Nadie nos verá, y te juro, seré el caballero perfecto. Vamos, Bella… ¿por favor?”

Mi cabeza me daba vueltas, vacilando entre ideal del año que podría hacer con un caballo y que le pasaría a mi diminuta ropa interior una vez se mojara, pero todo eso se vino al piso por sus ojos llenos de esperanza.

“Oh, está bien. Iré.”

Prácticamente brilló con su triunfo. “¡Espera aquí!” exclamó.

Regresé a mi libro, conociendo completamente bien que el calmado comportamiento de Edward podría esconder una ridícula cantidad de emoción debajo. ¿Quién sabe lo que iba a hacer ahora?

Cinco minutos y tres páginas después, regresó con un bolso cargado sobre su hombro. Levanté una ceja. “¿Qué es todo eso?”

“Comida, toallas,” sonrió, “Tú sabes, suministros. ¿Lista para ir?”

Lo seguí dudosamente –Todavía no estaba segura de en qué me estaba metiendo, pero nunca podría negarle a Edward algo que el quisiera.

Fuimos varias cuadras tortuosamente calientas hasta una enorme serie de establos. El ver todos esos caballos y diferentes carruajes me estaba desconcertando –el auto arcaico había estado dentro del rango de cosas que entendí, ¿pero esto? No se porque estaba tan sorprendida. Los carros todavía eran relativamente nuevos para esta época, por supuesto, y sólo las familias acomodadas podrían permitirse esa clase de transporte.

Aún así, fue una experiencia surrealista el tener a Edward ayudándome a entrar al carruaje abierto y unírseme después de pagarle al dueño. Edward dirigió los caballos fuera del establo y hacia la calle con perfecta facilidad; por supuesto, Edward era un perfecto conductor, no importa el vehículo.

Sí que fue un descanso salir de la ciudad. Como las casas se hacían más distantes y las calles de ladrillo se convertían en polvo, el aire libre de los campos era mucho más evidente, e increíblemente placentero.

“¿Se pone así de caliente en Washington?” Preguntó Edward, su humor claramente mejorado al de antes.

“No,” sonreí, de repente extrañando la fría humedad de casa, “el sol no esta fuera lo suficiente. Llueve demasiado.”

“Suena deprimente,” comentó Edward.

“Acostumbraba pensar eso también,” me reí, recordando mis infelices visitas de niñez. “Pero llega a gustarte con el tiempo.”

“Lo extrañas, ¿verdad?” dijo, lanzando una mirada evaluativa sobre mi expresión.

Formulé mi respuesta cuidadosamente. “Extraño la vida que tenía, antes que mis padres murieran.” Antes que regresara en el tiempo. “Extraño tener un hogar y una familia. Pero mi ubicación geográfica no me es importante.”

Edward no sonrió de nuevo; en su lugar sus ojos estaban serios, y estaban hablando a grito entero. “Sabes que tu hogar puede ser con nosotros, ¿cierto?” dijo inclinándose más cerca. “No tienes que volver a estar sola nunca. Yo haría-”

Puse mi mano sobre la más cercana suya, la cual sostenía las riendas. “Gracias,” dije, interrumpiendo cualquier cosa que podría estar listo para decir que podría sacar esta conversación fuera de mi zona de comodidad. “Aprecio eso.”

Sabía que mi respuesta no lo convenció, pero no dijo nada más. Conducimos en silencio, y yo miré a través de los campos –estos eran campos cultivados, crecían plantas altas que no reconocí. Parecía ser alguna clase de grano. Los tallos dorados se mecían en el viento, y era increíblemente pacífico. Ni un alma estaba por ahí; me imaginé que estaba demasiado caliente para que mucha gente se moviera. Era como flotar a lo largo de un sueño.

La voz de Edward me sacó de mi trance. Les dio un comando a los dos caballos, y dimos una vuelta a la izquierda hacia una calle más estrecha y bordeada de árboles. Eso me dio un fuerte sentido de daja-vu.

“Eso no fue lejos,” remarqué. El viaje entero nos había tomado una hora máximo. Sería mucho más corto con una máquina motorizada.

“A mi padre no le gusta estar demasiado lejos de la ciudad. Tiene ciertos clientes demandantes de los que no puedes estar muy lejos.”

Lo árboles se abrieron dando paso a un amplio prado, rodeado por troncos. En el centro del claro se asentaba una enorme casa, una hermosa Victoriana de dos pisos, completa con una terraza alrededor de la casa. Juzgando por el número de ventanas, adivinaría que el segundo piso tiene al menos 5 habitaciones. Se veía como un lugar donde los Cullen podrían haber vivido… me pregunto si Edward se ha dado cuenta alguna vez cuan poco ha cambiado su vida.

“¿Qué piensas?” preguntó junto a mí, asimilando mi reacción. Sonreí.

“Es fascinante,” sonreí. “¿Tienen huéspdes seguido aquí?”

“Si, a mi madre le gusta entretener. Por supuesto, le gustaría más si tuviera mejores personas que entretener, pero a caballo regalado no se le miran los dientes, ¿cierto?”

Me encogí, pero él no vio –ya se había bajado y estaba dando la vuelta hacia mi lado para ayudarme a salir. Me levantó con facilidad fuera del carruaje y se giró hacia los caballos. Vi con fascinación como los desenganchaba fácilmente y los ataba a un palo de la terraza.

“Hay un establo en pie al fondo, pero creo que está cerrado,” explicó terminando. “Normalmente hubiéramos enviado a los sirvientes adelante para preparar el lugar.”

Asentí mi comprensión como si esto fuera todo muy normal. Edward agarró el paquete que había traído consigo y me tomó de la mano, guiándome alrededor de la parte de atrás de la casa.

“El arroyo está un poco a la salida, en el bosque,” me dijo, la emoción en su voz creciendo. “Yo nadaba ahí todo el tiempo de niño, aunque no mucho últimamente. Se veía demasiado indecoroso.”

Me reí. “¿Y no es demasiado indecoroso para ti ahora?”

Él se giró hacia mí con su amplia y torcida sonrisa. “No me importa ser poco indecoro contigo. No puedo evitar sentir como… como si tu me aceptarías incondicionalmente.”

“Lo haría,” confesé, sonriéndole a su tímida mirada. “Y tú harías lo mismo, ¿verdad?”

“Sin dudarlo,” respondió, guiándome cuidadosamente a través de los árboles. Estaba muy conciente de la tierra bajo nosotros, ayudándome por cualquier paso inseguro y aplastando follaje fuera del camino mientras seguíamos el sonido de agua corriendo. De nuevo, hubo ese sentido de deja-vu mientras recordaba otro día cuando Edward me guió a través del bosque. Una sensación de premoción me dominó. Este día sería tan crucial para nuestra relación como aquel día en el prado lo había sido. No revelaría ningún secreto –no podría permitirlo- pero podría muy bien revelar mis sentimientos. Y eso cambiaría todo.

“Aquí estamos,” dijo Edward mientras el arroyo llegó a la vista. La luz del sol se filtraba entre la sombra de los árboles, contagiando al agua con destellos deslumbrantes y prismas de luz. El riachuelo era de varios pies de ancho pero no parecía muy profundo. Con suerte estaría a salvo en aguas poco profundas, pero yo era de maravillarse cuando se trataba de accidentes.

Le lancé un vistazo a Edward para encontrar que ya había desabrochado sus tirantes y se estaba quitando su camisa. Mi cerebro me dijo que alejara la mirada, pero mis ojos no lo siguieron, y él me atrapó mirando.

“Mantendré mi espalda volteada hasta que estés en el agua,” prometió, sin enterarse, mientras desabotonaba sus pantalones. Yo estaba demasiado embobada para hablar, por lo que me giré y comencé a desabotonar mi vestido. Edward saltó al agua mientras yo me lo quitaba. Lo colgué sobre la rama de un árbol para alejarlo del barro y vacilante me giré hacia el agua. Esta era una mala idea. Mis enaguas y mi ropa interior estarían bastante transparentes una vez estuvieran mojados, ¿y cómo reaccionaría Edward ante eso?

¿Realmente me importaba? Este era Edward y yo era Bella. La cosa creciendo entre nosotros era imparable; no importaba por decoro. Suspiré y salté dentro después de él.

El agua estaba sorpresivamente fría para tal día tan caliente, y aún me estaba ajustando mientras volvía a la superficie, temblando. Edward estaba esperando para salpicarme, destellando una sonrisa absolutamente diabólica. Cuando me recuperé de mi sorpresa, lo salpiqué de regreso, gruñendo.

“Eso no es muy caballeroso,” me quejé. “Al menos podrías haberme dado tiempo para recuperarme.”

Lanzó rápidamente otro chorro de agua en mi dirección, riendo. “Ser un caballero todo el tiempo no es muy divertido.”

Jugar en el agua con Edward era la cosa más fácil y natural del mundo. Él parecía deleitarse en atormentarme – agarrándome bajo el agua, sorprendiéndome, persiguiéndome río abajo-. Le seguí la corriente, porque la sonrisa sobre su cara me alegraba tanto. Quise mantenerlo sonriendo para siempre. Lo haría, me prometí a mi misma.

Después de lo que se sintieron como horas, ambos nos cansamos de los juegos y nos relajamos sobre la fría agua. El sol ya no estaba en pleno, comenzando a irse a la deriva hacia la línea de árboles. Supe que el día tendría que terminar pronto, y no quería. Me podría quedar en este lugar encantado con Edward por días y nunca desear nada más.

Él nado a mi lado, y podía decir por la misma mirada de desgana sobre su cara, que él había estado pensando lo mismo.

“Sería mejor si no nos quedáramos dentro mucho más,” dijo, agarrando una de mis arrugadas manos. “No querría que atraparas un refrío.”

“Cierto,” suspiré. No creí que eso fuera muy probable, pero discutir probablemente no me hará ningún bien. “Deberíamos hacer esto de nuevo. Fue divertido.”

La respuesta sonriente de Edward fue brillante. “Lo fue; no me he sentido tan despreocupado en años.”

Con una persistente sonrisa para mí, se giró finalmente y salió del arroyo. Yo estaba fascinada por la vista del agua bajando por su espalda pobremente musculosa. Él se giró, y mi distracción cambió a las gotitas sobre su pecho, siguiendo el curso previsto por la gravedad bajo su torso, hacia la ropa interior que se colgaba a su piel… y dejaba absolutamente nada a la imaginación…

Arranqué mis ojos lejos, calor quemando mi rostro. Él fingió no notarlo y ofreció su mano para ayudarme a salir de la resbalosa orilla.

Pude decir el momento exacto en el que Edward se dio cuenta de exactamente cuanto de mí podía ver. Su mano se apretó alrededor de la mía y su cuello se puso colorado mientras sus ojos pasaban bajo mi cuerpo. Alejó la mirada inmediatamente, pero supe que el daño estaba hecho.

Desafortunadamente, sus intentos por no mirarme lo distrajeron de sacarme del agua de manera segura. Mi pie se hundió contra el embarrado desnivel, y me fui cayendo hacia delante en Edward, llevándonos los dos hasta le piso.

Ambos permanecimos absolutamente quietos mientras nos recuperábamos de la sorpresa, pero la creciente percepción entre nosotros era innegable. Nuestros pechos se elevaban como en una escena de una obscena novela romántica, nuestra respiración era irregular. Podía sentir cada detalle de su cuerpo bajo el mío, y sabía que él debía sentir el mío también. No había forma en que no sintiera mis pezones endureciéndose contra su pecho o la ubicación de mis caderas sobre su creciente excitación.

Bella…” el sonido era ahogado, áspero por la falta de aire, y eso me excitó.

Abruptamente, él nos volteó, presionándome contra el pasto. Detecté el más breve brillo de fuego en sus ojos antes que sus labios chocaran contra los míos, sensual y apasionada y desesperadamente. Este era un beso de total abandono, desenfrenado –su lengua y dientes estaban donde deberían estar, arrasando mi boca, magullando mis labios con su fuerza. La única cosa que podía pedir en ese momento era que él no se detuviera.

Su boca se movió hacia mi cuello, chupando, lamiendo los caminos de agua ahí. Todo el tiempo, sus manos vagaban por mi cuerpo –nunca lo suficientemente atrevidas para cruzar ninguna línea, pero trazando mis curvas con adoración. Me pregunté si siquiera notaba que mis piernas habían caído abiertas o que sus caderas se estaban meciendo incesantemente en las mías. A pesar de eso, yo estaba desesperadamente encendida, y si no conseguía cualquier clase de liberación, podría estallar.

Mis dedos se enredaron en su húmedo cabello y gemí su nombre. Por alguna razón, eso rompió el hechizo. Él se alejó de mí de un tirón tan rápidamente como se había lanzado sobre mí. Vi como sacudía su cabeza furiosamente y luego la metía en sus manos.

“Lo siento, Bella, no puedo,” dijo en voz baja, negándose a mirarme. Yo me senté y me arreglé en algo más presentable, sintiendo la muy familiar decepción y rechazo que había conocido antes… antes de haber tomado ese paso con Edward en mi tiempo.

“¿Por qué?” Dije con voz ronca. Tenía la sensación que sabía, pero eso no borraba el dolor que mi cuerpo sentía por él.

Sus ojos se encontraron con los míos con luz destellando a través de ellos como el verde dosel sobre nosotros, implorándome que entendiera. “Te amo demasiado, Bella. Quiero obrar bien para ti.”

Tragué con dificultad. Ahí estaba, esparcido entre nosotros como los contenidos de una maleta volcada. ¿Cómo podría negarme a su ofrecimiento?

Estiré mi mano para tocar la tensa línea de su mentón, saboreando la tentadora suave piel. “Te amo, Edward.”

Pude sentir la tensión dejar su cuerpo como él se acercaba, lo bastante cerca para apretar mis manos en las suyas mientras brillaba con esperanza y emoción. “Di que esperarás por mí, Bella,” suplicó, sin darme oportunidad de escapar. “Voy a renunciar a la escuela, conseguiré un trabajo –voy a establecerme de modo que pueda hacerme cargo de ti. Di que estarás ahí, Bella, por favor. Di que un día te casarás conmigo.”

Me quedé mirándolo, pasmada por el giro de los eventos y aún así completamente enamorada. Aquí estaba ese chico de nuevo, del que él me había hablado – el que tiraría a la basura cualquier plan que alguna vez hubiera hecho para asegurar un futuro juntos. No se qué consecuencias tendría mi respuesta, pero sabía que tenía que confiar en el consejo de Carlisle, tener fe –y sabía que nunca jamás podría decir las palabras que romperían el corazón de Edward.

“Si. Si, un día me casaré contigo.”

La afirmación era mi única forma de decirle la verdad –que, si bien podría ser imposible para mí el casarme con él en esta época. Estaría esperando por él en el futuro, y trataría al máximo de darle todo lo que siempre había querido.

Con su entusiasmo de niño, tomó mi cara entre sus manos y me besó profundamente. Sonrió de oreja a oreja mientras se alejaba. “Oh, Bella. Me has hecho tan feliz.”

“Yo también estoy feliz,” dije honestamente; estaba feliz por verlo feliz, y me sentí convencida que había hecho lo correcto.

“Quedémonos aquí esta noche,” sugirió, lanzándose de regreso al pasto. “Mi madre sabe donde estamos, y no tengo que entregar los caballos hasta mañana.”

No pude resistir la oportunidad para tomarle el pelo. “Pensé que ibas a obrar bien por mí ¿ser un caballero?”

Su expresión fue de inmediato horrorizada y escandalizada. “No quise decir – por supuesto que no…”

Me reí y lo pinché en el costado. “Relájate, sólo me estaba divirtiendo a tus expensas. Se cuan virtuoso eres.”

Edward se sonrojó, sonriendo tímidamente. “Es que no estoy listo para compartirte con el mundo todavía.”

“Perfectamente entendible,” acepté, recostándome a su lado. “No quiero compartirte nunca. Aunque realmente es bastante impropio. No querría que tus padres se hicieran una mala idea.”

Edward sacudió su cabeza, envolviendo su mano en la mía. “Ellos están mejor informados.”

Nos acostamos en el prado hasta pasada la tarde, dejando que el sol nos secara. Con el tiempo, nos vestimos y entramos a la casa vacía, cortesía de una llave de repuesto enterrada en una maceta. Mordisqueamos el manojo de comida que él había traído con nosotros perfectamente contentos, y para cuando la oscuridad cayó, ambos estábamos tan cansados por las actividades y emociones del día, que colapsamos juntos en la cama. Edward se quedó dormido en segundos, y yo permanecí despierta unos minutos más, escuchando su acompasada respiración y el latir de su corazón bajo mi oído.

Si esto era algo parecido a lo que mi Edward había sentido ante mi humanidad, creo que finalmente entendía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario