martes, 29 de septiembre de 2009

La Saga Crepúsculo pertenece a Stephenie Meyer. “Only Human” pertenece a Amethyst Jackson. Tatarata hace la traducción.


Sólo Humano

Capítulo 10

La cena fue un evento abrumador. Estaba sentada a lo largo de una mesa extraordinariamente larga con Edward a un lado y un tímido y pelirrojo chico del otro. Se presentó a sí mismo como Arthur Mitchell, pero no obtuve mucho más de él.

Aunque la conversación fluyó rápidamente a nuestro alrededor, le hablé mayormente a Edward. Era descortés, lo sabía –incluso en mi tiempo, no era correcto el dedicar toda la atención de uno a una sola persona en un encuentro social-. Pero no pude evitarlo. Él era demasiado fascinante.

“Cuéntame sobre tu colegio,” dije, mi curiosidad despertó por nuestra previa confrontación con Norman. “¿Dónde es? ¿Cuánto tiempo has estado allí?”

Edward sonrió ante mi bombardeó de preguntas. “Es un colegio en Pennsylvania que prepara estudiantes para la educación superior – He estado allí por cinco años, ahora mi padre quiere que me vaya por el derecho, como él; Estoy seguro que ya ha tratado de jalar hilos en Harvard, aunque tengo un año más para ir.

Algo en su tono sugirió descontento. “¿Y no quieres ser un abogado?” supuse, aún picoteando de mi comida. Era una cena mucho más fina de lo que estaba acostumbrada, y estaba bastante inquieta por el hecho de que no sabía exactamente qué estaba comiendo… pero no quería parecer grosera por evitarla

“Supongo que sería una profesión tolerable, pero nunca me ha atraído mucho,” respondió Edward. Sonaba bastante relajado, pero me pregunté si alguna vez había hablado con alguien sobre esto.

“¿Qué te gustaría hacer entonces?” pregunté.

Edward sonrió ampliamente, “Ir a la guerra, por supuesto.”

Rodé mis ojos, luchando con el impulso de pincharlo con mi tenedor. Eso sería lo más poco femenino. “Además de eso. La guerra no durará para siempre.”

Frunciendo el ceño, Edward se puso pensativo. “No lo sé. Realmente nuca he pensado sobre ello. Me gusta la música... pero eso no es mucha profesión, ¿verdad?”

“Podría ser,” animé, “si quisieras que lo fuera. Podrías ser el siguiente gran compositor.”

Edward sonrió ampliamente. “Muchos de los grandes compositores fueron miserables. Sus vidas fueron realmente escandalosas, demasiado - ¿Cómo podría hacerle eso a mi futura esposa e hijos?”

Forcé una sonrisa, sabiendo que él nunca tendría esa vida. “Tal vez podrías romper el molde y volverte un compositor no escandaloso. Estoy segura que tu familia te apoyaría felizmente.”

Edward inclinó su cabeza. “¿Te casarías con un compositor?”

Oh, había una pregunta capciosa. “Si lo amara, si.” Bajé eso con un sorbo de agua.

“Hmm,” dijo Edward pensativamente, tomando un sorbo también. “Entonces, ¿de qué clase de hombre te podrías enamorar?”

Otra pregunta capciosa. ¿Cuán seriamente se tomaría mi respuesta? Juzgando por la mirada en su cara, tendría que ser cuidadosa. “Bueno…” comencé, “querría a alguien amable, pero con principios fuertes… Alguien que siempre se preocupara por mis intereses. Alguien a quien pudiera hablarle fácilmente, pero con quien también pudiera estar cómodamente sin hablar… Alguien que me amara incondicionalmente,” terminé. Si, eso serviría como respuesta. Todo eso aplicaba a Edward – ambos Edwards.

Fui librada de escuchar su respuesta por la aparición de los sirvientes viniendo a retirar el plato actual. Me tomé un momento para mirar alrededor del cuarto, y entonces lo lamenté – mis ojos se encontraron con Norman Bouchard, quién me ofreció una sonrisa torcida. Me volví, de regreso a Edward.

“¿Cuál es la historia con Norman?” pregunté, agarrando a Edward por sorpresa. “Realmente parecía que no te gusta él.”

“Es exactamente como te conté,” respondió Edward, pero supe que había más. Su mentón estaba tenso.

“¿No me estás contando porque es así de malo, o sólo estás asustado de ofender mis delicadas sensibilidades femeninas?”

La mueca de Edward se marcó más y tomó otro bocado de su comida, intentando ganar tiempo. “Es sólo que… él acostumbraba llevar chicas a nuestro cuarto. Y debí haberlo reportado, o tratado de detenerlo, pero…”

La risa burbujeó sólo bajo la superficie. Sólo Edward se sentiría culpable por no detener a su compañero de cuarto de tener relaciones con participantes dispuestas. “Él había encontrado una forma no importa lo que hicieras, Edward. Sólo te hubieras hecho tu propia vida miserable yendo contra él, me imagino. Él se ve del tipo vengativo.”

Su rostro de destensó – se veía tan aliviado. “Entonces no piensas que soy… que soy…”

“¿Un co-conspirador en una serie de obras cobardes? No, Edward, no lo creo,” dije, incapaz de contener la risa al final.

Aunque parezca mentira, me rodó los ojos a mí, cuando yo había estado luchando contra el impulso toda la noche. “Eso es divertido para ti.”

“Un poco,” admití avergonzada. “Pero dije que me gustaban los principios fuertes, ¿o no?”

Podría decir que entendió lo que quise decir pero no pude. Su sonrisa de respuesta fue brillante. “El siguiente plato será el último, sabes,” dijo Edward, cambiando el sujeto limpiamente. “Entonces el baile comenzará.”

Mi gemido fue embarazosamente duro. Me ruboricé mientras varias caras se giraron para mirarme. Cuando su atención volvió a estar ocupada con algo más, le pegué a Edward en el brazo – él se estaba sacudiendo de la risa.

“Sabes que me voy a parar sobre tus pies, ¿cierto?” siseé.

Él sonrió. “Si lo tengo a mi manera, te estarás parando sobre mis pies toda la noche.”

Al final, si bailamos, y pareció durar toda la noche. Edward hizo lo mejor que pudo conmigo, y él si bailaba muy bien… pero evidentemente sólo un vampiro podría lidiar con mi falta de coordinación, porque Edward tendría varios dedos lastimados después.

“¿Es esto tan horrible como te lo imaginaste?” Preguntó Edward en un susurro, abrazándome fuerte mientras dábamos vueltas alrededor del salón de baile de los Benedicts al ritmo de una lenta canción.

“No tanto,” sonreí, enfocada en su mirada. Aún no podía superar el profundo verde de sus ojos, como estos me atraían justo igual de fácil como sus ojos ámbar lo habían hecho siempre.

“Maldecido por el tímido elogio,” suspiró Edward, sus dedos apretándose levemente sobre mi cadera. “Supongo que tendré que trabajar más duro para impresionarte.”

Me reí entre dientes. “No necesitas impresionarme, Edward.”

“Para lo que quiero, si. Creo que aún tengo más impresión por hacer,” insistió. Temí saber lo quería decir exactamente con eso, por lo que no pregunté, y él no presionó el tema.

Estaba bastante contenta con estar en sus brazos justo ahora; no estaba completamente lista para afrontar lo que el futuro sostenía, aquí en esta época, con este Edward… acababa de llegar a aceptar mis sentimientos por este Edward. Mi amor por este Edward. Pero lo que eso significaba para mí, era más de a lo que podría hacerle frente.

Bailamos por dos canciones más. Yo estaba vagamente consiente de la gente alrededor nuestro – Norman guiando a Rebeca alrededor del piso, ella lanzándose sobre él como si fuera alguna clase de estrella de cine. No podría ahorrarles demasiada atención.

La multitud se estaba disminuyendo ahora; sólo los bailarines más persistentes permanecían. Sentí mis ojos cayendo conforme dependía más y más de Edward para que me mantuviera en pie.

Él se rió entre dientes. “Supongo que debería llevarte a casa antes que te quedes dormida aquí en la pista de baile,” dijo, alejándose a regañadientes, aunque su brazo permaneció alrededor de mi cintura para sostenerme.

“Probablemente una buena idea,” murmuré, dejándolo guiarme fuera del cálido cuarto. El Sr. y la Sra. Beneditc ya estaban en la puerta, despidiéndose de los huéspedes. Me obligué a mi misma a animarme para dar las cortesías usuales. Ellos no nos retuvieron mucho, y pronto estuvimos caminando hacia el auto. Bueno, Edward caminando; yo tropezaba.

Él incluso me levantó dentro del carro. Cuando se metió, me jaló hacia su lado, y yo dormité contra su hombro mientras conducíamos a casa.

Desperté por un extraño movimiento de balanceo, y después de aclarar mi visión, me di cuenta que Edward me estaba cargando dentro de la casa.

“Yo puedo caminar,” mascullé, luchando para bajarme.

“Quédate quieta o podría dejarte caer,” dijo, ya cargándome por las escaleras. Me relajé, bastante contenta, aunque no podía imaginarme tan liviana como una pluma para este Edward.

Edward entró a mi cuarto y me ubicó gentilmente sobre la cama. Yo luché por quedarme sentada.

“¿Necesitas ayuda? Puedo conseguir a mi madre,” ofreció, ya tirando los guantes fuera de mis manos.

Sonreí. “No, no, no la despiertes. ¿Pero podrías ayudarme a quitarme los ganchos de mi cabello? No creo que pueda encontrarlos todos…”

Se rió. “Está bien.” Encendió uno de los candelabros de pared y regresó a mi, frunciéndole el ceño a mi cabello. “Cielos santo, ¿qué le hizo mi madre?”

Resoplé. “Eso es lo que toma hacer hermosa a una chica como yo.”

Edward sacudió su cabeza, quitando ganchos de dondequiera que podía encontrarlos. “Tú siempre eres hermosa, chica tonta.”

“Sólo tú pareces pensar eso,” dijo con un suspiro que rápidamente se transformó en bostezo. “Tal vez eso quiere decir algo.”

“Tal vez,” acordó suavemente. Su mano descansó sobre mi hombro mientras buscaba los ganchos escondidos en la parte de atrás.

Estuvimos en silencio mientras terminaba; saboreé la sensación de sus dedos rozando contra mi cuero cabelludo, mi cuello. El calor de sus dedos era extraño pero innegablemente placentero…aún se sentía como Edward tocándome, hasta las chispas que fluían a través de nuestra piel.

“Listo,” murmuró mientras el último de mis cabellos caía libre. Suspiré aliviada.

“Gracias.”

Sus dedos siguieron buscando a través de mis indudablemente enredados mechones. Me incliné hacia su roce, permitiéndome a mi misma el disfrutarlo.

“Me alegra que hayas venido conmigo esta noche,” dijo en voz baja. Los dedos que estaban en mi cabello se movieron para masajear la sensitiva piel tras mi oído. Por el placer hice “hmm” y sus movimientos se detuvieron.

“Yo también me alegro,” logré decir, mirando hacia sus oscuros ojos – ojos lujuriosos. Tragué con dificultad.

“Debería dejarte dormir ahora,” susurró, alejando su mano por completo.

Quise pedirle que se quedara, pero sabía que podría pasar si lo hacía, y eso tendría consecuencias. “Vale.”

“Buenas noches, Bella,” suspiró. Se agachó y me besó de manera inocente, pero yo lo abracé hacia mí, besándolo de regreso. Abrí mi boca contra la suya, suficiente para que entendiera lo que yo quería. Nuestras lenguas se deslizaron juntas sensualmente, apasionadas y deseosas. Gemí, y él se alejó abruptamente como respuesta.

“Mejor me voy… antes que haga algo que ambos lamentaremos.”

Traté de poner bajo control en rubor en mi cara. “Si, eso puede ser lo mejor.”

Él sonrió con melancolía, permaneciendo en la puerta. “Buenas noche,” dijo de nuevo.

“Buenas noches, Edward.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario