domingo, 20 de septiembre de 2009

Solo Humano 8

“Only Human” pertenece a Amethyst Jackson. La traducción de tatarata



Sólo Humano

Capítulo 8

Edward todavía estaba dormido cuando desperté.

Me acosté viéndolo por más tiempo del que debí, pero estaba cautivada por las pequeñas cosas que nunca había podido presenciar antes. La forma en que sus pestañas caían contra sus mejillas, del mismo color que su cabello… la forma en que su respiración salía en suaves resoplidos, casi como un ronquido pero no tanto… la forma en que sus párpados se movían mientras soñaba.

Quería besarlo, para descubrir que sonidos haría despertando, si me sostendría más fuerte mientras trataba de volver a dormir. Pero esa era una línea que no estaba lista para cruzar, por lo que me alejé de su abrazo y me moví sigilosamente fuera del cuarto.

Olvidé revisar si el pasillo estaba vacío primero.

Elizabeth Masen estaba parada ahí, arreglando flores en un florero sobre una pequeña mesa contra la pared. Me congelé como ella se giró para mirarme.

“Um…yo… esto no es-” tartamudeé, encontrando con desesperación sus calmados ojos.

Ella finalmente sonrió, soltando una risita. “Esto tal vez te suene muy extraño, Bella, pero confío en mi hijo. Se que eduqué a un caballero que no se atrevería a hacer nada inapropiado con una joven dama antes del matrimonio. También se que no elegiría a nadie que no fuera absolutamente merecedor de ello, así que confío en ti también, Bella.”

Me sonrojé. Mis considerablemente más modernos padres no reaccionarían ni de cerca tan bien como ella lo había hecho –pero entonces, siempre hay dos reglas para medir cuando se trata de hijos e hijas- y no sabía que decir. “Gr-gracias.”

“Para nada,” dijo regresando a sus flores. “Edward me dice que te va a sacar esta noche. He puesto algo sobre tu cama que creo que servirá. ¿Por qué no te lo pruebas y vienes a mostrarme? Podemos hacer algunos arreglos si es necesario.”

“Está bien,” acepté, aún temblando un poco de alivio. Había estado segura que me llamaría prostituta y me sacaría de la casa.

El vestido que encontré tendido sobre la cama era encantador, un clásico de época –excepto que no era de época en este tiempo-. Era un lujoso vestido color crema hasta el tobillo, de caída suelta como en las películas… Las mangas hasta el codo estaban adornadas con delicado encaje, el mismo encaje con que el frente estaba adornado. El suave satín estaba recogido a cada lado, como si levantara el vestido del suelo. Era… absolutamente hermoso.

Me quité mi bata de dormir y deslicé el vestido por mi cabeza. Se sentía suave sobre mi cuerpo, y era tan cómodo. Tendría que decirle a Alice que quería vestirme al estilo de 1918 todo el tiempo…

Me giré para mirarme en el espejo de cuerpo entero en el cuarto. El vestido mostraba un leve indicio de la forma de mi cuerpo, solo lo suficiente ajustado para mostrar que tenía caderas y pecho. Era sexy, no en la forma moderna, sino en una forma que sabía que Edward encontraría atractiva… y este Edward probablemente también…

Vacilante, abrí la puerta de mi cuarto y miré a hurtadillas en el pasillo. La Sr. Masen había desaparecido, por lo que me moví sigilosa hacia su cuarto, preocupada que Edward viera. Este estaba abierto, y ella estaba sentada en el tocador.

“Oh, Bella, se te ve encantador,” dijo, girándose para mirarme. De repente se puso de pie y me rodeó, frunciendo el ceño pensativamente. “Necesitaremos subir el dobladillo solo un poquito, pero te queda bien.”

“Oh, no tienes que hacer eso,” tartamudeé. “Es decir, ¿no es tu vestido? Si subes el dobladillo-”

“No te preocupes, de todas formas no estaba planeando en volver a usarlo.”

Mordí mi labio. “Ya has hecho tanto por mí. No quiero que tengas más problemas.”

Elizabeth sacudió su cabeza, regresando al tocador para buscar desordenadamente en el cajón principal. “Si te hace sentir mejor, no pienses en ello como yo haciendo esto para ti. Piensa en ello como algo para Edward.”

Para Edward... ¿no fue eso exactamente por lo que vine aquí en primer lugar?

“Vale,” sonreí dudosa.

“Y ahora,” dijo, y me di cuenta que había sacado una caja de alfileres. Hice una mueca. Con mi suerte, la caja se caería y la mitad de estos terminarían enterrados en mi piel. “Vamos a sujetar esto con alfileres para poder ponerme a trabajar.”

Después del almuerzo, a penas tres horas después, ella me regresó el vestido. Me maravillé por las pulidas puntadas a lo largo del dobladillo, mucho mejor que cualquier cosa que yo pudiera haber hecho.

“Muchísimas gracias,” me entusiasmé.

Elizabeth sonrió abiertamente. “No me agradezcas todavía. Aún tenemos que hacer tu cabello.”

Al final, la dejé atender mi cabello sin chistar. En menos tiempo del que habría creído posible, lo había recogido en una elegante formación –no se como llamarla, pero era perfecta-.

“¿Estás emocionada por lo de esta noche?” Preguntó la Sr. Masen mientras se preparaba para aplicarme maquillaje en la cara.

“Supongo,” respondí. “Realmente no se que esperar.”

“¿Qué te dijo Edward?” preguntó. Se veía sorprendida.

“Nada,” me encogí. “Dijo que había un baile y me invitó a ir…”

Esta vez sus cejas se levantaron. Sus ojos verdes brillaron con especulación. “Me temo que es más que un simple baile. Es uno de los más grandes eventos en la ciudad. Uno de nuestros conocidos celebra la fiesta anualmente. Usualmente mi esposo y yo asistimos, pero esta noche tenemos otra obligación con sus socios. No puedo decirte lo sorprendida que estaba cuando Edward dijo que planeaba asistir… usualmente el haría todo lo que pudiera para evitar ir”.

“¿En serio?” El hilo de miedo se enrollo fuerte a mi alrededor, haciendo un poco más difícil el respirar. No me importaba estar con Edward… No me importaba que no me hubiera contado cuan importante era esto. Eso era típico de Edward, en serio. Pero yo no estaba lista para ser paseada alrededor de la alta sociedad. Haría el ridículo y avergonzaría a Edward y a su familia… Lo más seguro es que me cayera o tumbara algo y definitivamente si que no conocía los modales correctos para esta época…

Ella se arrodilló delante de mí con lo que parecía ser un pinta labios –no podría ser llamado lápiz labialporque no había ningún “lápiz” (bueno, aquí hay un juego de palabras entre lipstick y stick, espero hayan podido captar la idea)- y entonces vio mi expresión.

“Oh, no te preocupes, Bella. Son sólo un grupo elitista de la sociedad que no tiene nada mejor que hacer que vestirse elegante y dar fiestas. No vale la pena impresionarlos – es más fácil lidiar con ellos si lo haces. Simplemente diviértete esta noche.”

Sonreí forzada mientras ella vino hacia mí con un pincelito untado con el colorante de labios. “Trataré.”

Después de meter a empujones mis pies dentro de unos zapatos que eran demasiado pequeños –con tacón, para completar- y ponerme los guantes pequeños color crema que combinaban con el vestido, dejé que Elizabeth me ayudara a bajar las escaleras para encontrar a Edward.

Lo vi antes que él nos escuchara acercarnos. Estaba vestido muy elegante, sentado en su piano pero sin tocar. En su lugar, se movía nerviosamente como cualquier niño pequeño. Me dolió el corazón un poco ante la vista.

Cuando él se giró para verme, recibí el impacto completo de su atuendo –un traje completo, casi idéntico al que Edward había usado cuando me había llevado al prom. Su cabello estaba peinado cuidadosamente y pegado a su cabeza con… alguna clase de sustancia. ¿gel? No supe como decir. Pero se veía como un verdadero caballero de principios de los años 1900s. Justo como lo que era.

Encontré sus ansiosos ojos mientras me apreciaba y una sonrisa se esparció a través de su cara. “Muy bien hecho, madre,” dijo sin alejar su mirada de mí. Incluso yo tenía que admitir, el efecto terminado era intrigante. Con mis labios pintados de rojo y colorete sobre mis mejillas, en realidad sentí que pertenecía a esta época.

“Te ves como algo sacado de un sueño,” dijo acercándose. “Desearía poder detener el tiempo y mantenerse así para siempre.”

Casi me reí, era tan irónico. Si sólo él supiera que su yo futuro podría hacer justo eso – o que un día trataría de todo para evitarlo.

Pero me las arreglé para mantener una sonrisa pegada sobre mi cara y agradecerle. “Tu también te ves bastante apuesto.”

Él sonrió ampliamente y tomó mi mano. “¿Vamos?”

Tragué mis temores. “Supongo.”

Me guió fuera hacia el auto negro aparcado contra el bordillo. Lo miré por encima inquieta. Nunca había montado en él, y realmente no quería –no se veía como los carros que yo conocía. Edward sólo sonrió ante mi vacilación.

“¿Estás asustada por mi forma de conducir?” preguntó, abriéndome la puerta de copiloto.

“No. Bueno, si espero que mantengas una velocidad razonable,” dije, preguntándome si la afición por la velocidad de Edward había estado presente en su vida humana. “¿Pero no lo necesitaran tus padres esta noche?”

Él sacudió su cabeza y me levantó cuidadosamente hacia el asiento. “No, mis padres estás ofreciendo la cena en casa.”

Lo vi caminar alrededor del auto y treparse del lado del conductor. Como giró el encendido, la imagen me golpeó, con fuerza –en su traje antiguo, conduciendo su auto antiguo… Edward nunca se había visto tanto como la personificación de 1918. Me gustaba, me di cuenta. Todo ese tiempo discutiendo que yo no era esa chica… pero tal vez lo hubiera sido, en este tiempo y lugar. Tal vez yo era más anticuada de lo que pensé.

“Así que… ¿Quiénes son estas personas?” pregunté mientras el silencio continuaba. “Me refiero a los que están dando la fiesta.”

“Los Benedicts,” respondió Edward. Algo en su tono provocó una respuesta.

“A ti no te gustan,” adiviné. Me pregunté porqué estábamos yendo a esta fiesta, entonces.

“No, no, ellos están bien,” Edward suspiró, mirándome por el rabillo de su ojo. “Pero… bueno, bien podría estar advertida ahora. Ellos tienen una... hija excesivamente entusiasta. Tiendo a hacer lo que sea que puedo para evitarla.”

Mi reflejo fue rodar mis ojos, pero lo luché. Por supuesto, chicas en cada época estaban atraídas a mi Edward… No debería estar sorprendida. Y tampoco debería estar celosa o insegura, me recordé a mi misma mientras los viejos sentimientos trataban de resurgir. ¿Cuántas veces me había dicho Edward que él nunca había amado a nadie más antes de mí? Nunca sintió ni siquiera una chispa de interés. Y de seguro no se preocuparía por una muchacha que se le lanzara continuamente. Ese no era para nada el tipo de Edward.

Decidí tomarle el pelo sobre ello. “Así que esta vez decidiste traerme contigo como escudo humano.”

“¡No!” gritó Edward, rápidamente a la defensiva. “Hasta ayer tenía toda la intención de quedarme en casa, como de costumbre, pero pensé que tal vez sería agradable asistir por una vez con alguien cuya compañía sinceramente disfrutara.”

No pude negar la ráfaga de alegría que siguió a sus palabras. “Bueno, aún así, estaré preparada para ahuyentar a las otras chicas. No puedo dejar tu virtud desprotegida.”

Él se río abiertamente, fuerte. “Tanto como aprecio eso, usted, señorita Swan, es la última persona que debería estar protegiendo mi virtud.” La indirecta sugestiva a su voz hizo mis piernas temblar.

“¿Y por qué es eso?” pregunté, viendo las comisuras de su boca levantarse poco a poco en una irresistible sonrisa de suficiencia.

“Porque, Bella, eres la única mujer por la que estaría bastante tentado a tirar mi virtud.”

Me quedé mirándolo con la boca abierta. La declaración fue poco escandalosa para mis sensibilidades –había estado más que feliz de robar la virtud de mi Edward, numerosas veces- pero nunca hubiera esperado escucharlo de este Edward. Evidentemente, había subestimado el poder de sus hormonas humanas.

Él me miró y su sonrisa calló. “Lo siento, te he ofendido, ¿no es cierto? No debí haber dicho eso. Fue inapropiado.”

Y ahí estaba de nuevo, el caballero. Mi sonrisa fue imparable. “No, no me has ofendido. Sólo me sorprendiste, eso es todo. Tal vez tu virtud no necesita tanta protección como pensé.”

Él se rió y entró a un largo camino –me di cuenta que nos dirigíamos hacia una enorme casa, una que definitivamente no se encontraría en el Chicago moderno de hoy. Una línea de autos paraba en la entrada donde parejas exquisitamente vestidas bajaban en destellos de color.

“No, Bella, creo que será mejor que saques tu espada y escudo. Mi virtud está definitivamente en necesitad de tu asistencia.”

Él me sonrió, parando dentro la línea de autos, pero me sentí nerviosa de repente. “Será mejor que recuerdes tu promesa. No dejes que nadie más baile conmigo.”

Edward sacudió su cabeza, sonriendo ligeramente mientras se inclinaba más cerca para hablar suavemente en mi oído, su tono deliciosamente posesivo. “Por supuesto que no, Bella. Está en mis propios beneficios guardar tu virtud, sabes.”

La sangre se acumuló inmediatamente en mis mejillas mientras el se alejaba de nuevo, mirándome disimuladamente. Me reí temblando, tratando de darle una mirada severa, pero supe inmediatamente que fallé. “Serás mi muerte, Edward Masen.”

Él simplemente sonrió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario