martes, 29 de septiembre de 2009

Solo Humano


Capítulo 9

La casa de los Benedicts era aún más encantadora adentro de lo que lo era en el exterior, aunque todo –desde los candelabros de cristal a las gruesas alfombras- gritaba dinero. Algunas partes eran hermosas; otras era meramente ostentosas.

“¿Qué estás pensando?” Edward murmuró bajo en mi oído mientras yo me colgaba a su brazo y caminábamos a través del vestíbulo.

Tragué. “Estoy pensando que, conociéndome, voy a hacer el ridículo tremendamente durante el curso de la noche.”

Edward se rió. “No te preocupes tanto, Bella. Yo te mantendré en pie.”

“Buena suerte,” bufé, pero internamente estaba complacida. Con Edward de mi lado, me sentía más segura de mí misma… siempre lo hacía.

La sonrisa se quedó sobre su cara mientras me guiaba hacia una enorme entrada, la cual se abría hacia una larga galería –una sala de estar gigante, de hecho, ya llena de gente-. Una pareja elegantemente vestida estaba parada en la entrada, sonrisas enmarcadas en sus caras. Los anfitriones, noté. Ella llevaba un vestido blanco puro brillando con cuentas plateadas. Él llevaba el habitual blanco y negro. De no haberse visto ambos levemente envejecidos, ambos con ojos y cabello oscuro, se habrían parecido a un anuncio de catálogo.

“¡Edward!” gritó la mujer, dando un paso adelante para besarlo de manera exuberante en la mejilla. Pude imaginar de donde había sacado su hija su “excesivo entusiasmo”. “Oh, estoy encantada de que después de todo hayas decidido venir. ¿Y quién es esta encantadora dama?”

Me sorprendió el no ver nada más que simpatía mientras se giraba hacia mí con expectación. Sinceramente, había esperado la clase de madre que pensaba que su hija merecía lo que sea que quisiera y haría lo que fuera por obtenerlo para ella. Al parecer, o ella knew better o no era conciente de los deseos de su hija. O Edward había estado exagerando, pero dudaba eso. Él era demasiado caballeroso para criticar el comportamiento de una mujer a menos que fuera honestamente deplorable.

“Esta es Bella Swan. Está con nosotros por el verano,” dijo Edward. La desilusión que cayó sobre mí fue una sorpresa. ¿Había esperado que él declarara su amor eterno por mí? Yo todavía no sabía lo que éramos… por supuesto que él no me presentaría como algo más que un huésped. “Bella,” continuó, “permíteme presentarte a John y Claire Benedict”.

“Es maravilloso conocerlos,” dije, tratando de sonar entusiasta. Ellos se veían perfectamente agradables –él complaciendo en silencio a su esposa, ella ofreciendo una sonrisa de bienvenida- pero mis nervios aún me controlaban.

“Igualmente,” dijo Claire. “Edward, asegúrate de presentársela a Rebeca. Ella ya huyó con sus amigos, pero estará muy contenta de verte.”

Disimuladamente, miré a Edward mientras nos alejábamos. Su cara se veía un poco tensa.

“Déjame adivinar,” dije luchando inútilmente con una sonrisa. “¿Ella es la que necesito ahuyentar con un palito?”

Edward suspiró. “Tristemente, si. Pero con suerte podemos evitar – oh, maldición. Olvídalo.”

Nunca había escuchado a este Edward jurar en lo más mínimo, de modo que estaba preparada para que fuera malo cuando seguí sus ojos hacia la joven mujer acercándose a nosotros. Y era malo. Por supuesto, era divina –abundante cabello oscuro y ojos delineados lo suficiente para darles un look exótico. Suspiré. Si sólo hubiera sido rubia –podía lidiar rubias. Pero no estaba acostumbrada a la competencia entre morenas.

“¡Edward, viniste!” gritó ella, ignorándome por completo. Instintivamente, agarré con más fuerza su brazo. Aún estando quieto, ella se agarró de su otro brazo, formando un incomodo juego de tira y afloje entre nosotros.

Edward me lanzó un vistazo, su mirada extrañamente calculadora, antes de girarse de regreso hacia ella. “Si, pensé que Bella podría disfrutarlo.” Él escogió puntuar mi nombre poniendo su mano sobre la mía mientras lo mencionaba. Los ojos de Rebeca se achicaron como se enfocaban en nuestras manos, y yo decidí darle el puntazo final, por así decirlo.

“Si, él temía que me estuviera aburriendo – mi Edward es tan considerado, ¿no es cierto?” Hablé efusivamente con falsa inocencia, disfrutando de la sorpresa en sus ojos. Mi Edward… él era mi Edward, aún cuando había estado pensando en la versión vampiro de Edward con ese nombre… me di cuenta, que él era mío en cualquier encarnación, porque bajo los sutiles cambios, él era esencialmente el mismo. Sólo Edward.

“Oh, si, que amable de él,” dijo tajante Rebeca, incapaz de infundir la cantidad adecuada de cortesía en su voz. Me lanzó otra mirada rayada antes de mirar a Edward coquetamente. Que truco tan sucio era ese – uno con el que estaba muy familiarizada.

“¿Salvarás al menos un baile para mí, Edward?” Preguntó ella. Miré sobre su hombro para ver a un grupo de chicas mirándonos con curiosidad – sus amigas, supuse-.

“Me temo que no tengo ninguno de sobra,” respondió el, infaliblemente cortés, pero escuché el borde de advertencia en su tono. Reconocía ese tono bien – el tono que había usado conmigo cuando cruzaba la línea de su delicado control… así que siempre había sido así de mandón…

“Oh, bueno…” un rastro de rubor rozó sus mejillas, y sentí un poco de lástima por ella. Ser rechazada por Edward tenía que ser absolutamente devastador. Pero ella forzó una sonrisa y presionó. “¿Te gustaría unirte a nosotros para un juego de cartas? Estábamos a punto de empezar.”

“No, gracias. Hay algunas persona a las que me gustaría que Bella conociera,” dijo Edward. Sonaba como si su paciencia se estuviera agotando; le di un apretón a su mano en un intento de calmarlo.

“Bueno, disfruten entonces. Los veré luego.”

Y finalmente, se fue. Sus amigas la recibieron como a un pájaro regresando al nido e inmediatamente comenzaron a alejarse riendo.

“¿De verdad hay más gente que quieres que conozca?” pregunté un poco con temor, aunque tenía mis sospechas.

“No,” admitió, sonriendo. “Es sólo que no quería jugar cartas. Bien manejado, de paso. Creo que te haré la guardiana a tiempo completo de la virtud de tu Edward.”

Me sonrojé, tratando de leer sus ojos. Pareció gustarle el pronombre posesivo, por lo que no le huí a ello. “Creo que ese es un trabajo que me gustaría tomar. ¿Cuánto es el sueldo?”

“Hmm.” Sus ojos bailaron en respuesta a mi flirteo, lo que hizo que las mariposas estallaran en mi estómago. No me había sentido tan mareada desde… desde mi noche de bodas. La idea te hacía pensar, pero traté de esconderlo. “Creo que el sueldo es negociable. ¿Por qué no empezamos con mi cariño eterno y vemos?”

“No lo sé…” pretendí contemplarlo. “Creo que voy a necesitar tu cariño eterno y tu devoción perpetua.”

“Hecho,” sonrió, y la seriedad subyacente en sus ojos me hizo temblar. Sabía que él lo sentía, y eso me asustaba y me entusiasmaba al mismo tiempo, Ciertamente, ya había “caído” por este Edward… pero enamorarme más sólo se veía como causa de más dolor cuando lo dejara…

Mientras evitaba sus ojos, llegué a la abruta realización que habíamos estado parados en el mismo lugar por varios y largos momentos mientras la fiesta continuaba alrededor nuestro – grupos de gente rodeaban el cuarto, hablando, riendo, fumando, siendo felices y jóvenes. Traté de volver a traer mi mente al momento, lejos del esposo que podría estar extrañándome y preocupándose por mí justo ahora.

“Entonces”, dije, forzando una sonrisa, “¿Qué hacemos ahora?”

Él se pilló mi cambió de humor; vi su rostro caer. No supe como explicar que no era su culpa, por lo que no lo i ntenté.

“Bueno, la cena será servida en poco, y después de eso, el baile iniciará.”

Me esforcé por verme animada. “¿Y nos vamos a quedar parados aquí hasta entonces?”

“No, por mucho que me gustaría eso, probablemente deberíamos hacer rondas,” suspiró, mirando la gente alrededor nuestro. “Esta es la parte que prefiero saltarme.”

“Me siento igual, pero no creo que debería animarte a eludir tus obligaciones sociales,” dije.

Edward sonrió. “Bueno, entonces prepárate.”

Lo hice, y él me guió alrededor del cuarto, presentándome a gente cuyos nombres nunca recordaría. La mayoría eran los amigos de sus padres y compañeros, gente mayor que hablaban efusivamente sobre Edward y me lanzaban miradas críticas a mí. Traté de hacer una buena impresión, para probarme a mi misma que merecía a Edward y a su familia, pero la mayoría de las personas mantuvieron sus expresiones de perplejidad mientras caminábamos lejos.

Todo iba normalmente cuando de repente Edward se detuvo y me arrastró lejos – lejos de un grupo de chicos por la chimenea, todos fumando y riendo. Lo que sea que estuviera tratando de evitar, no fue lo suficiente rápido – un chico con cabello rubio oscuro y ojos verdes nos vio y llamó el nombre de Edward. La sonrisa del chico no era exactamente una sonrisa, no era exactamente amistosa – era casi….salvaje. Obviamente, él era lo que Edward estaba tratando de evitar.

“Edward, preséntanos a tu amiga,” dijo el chico, soltando una bocanada de humo de su cigarrillo. Los otros nos miraron, claramente especulando.

Edward frunció el ceño. “Esta es Bella,” fue todo lo que dijo.

El chico sonrió con suficiencia. “Vamos, Eddie, no seas tan maleducado. Soy Norman Bouchard,” me dijo, estirando su mano. Sintiendo la inquietud de Edward, no la tomé.

“Un placer en conocerte,” dije de manera tradicional, dejando mi mano izquierda sobre el brazo de Edward y agarrando el vestido con la derecha.

Norman sonrió burlón, como si sintiera mi intranquilidad. “Edward y yo asistimos al mismo colegio. Tuvimos el placer de vivir juntos el año pasado.”

“Fascinante,” murmuré, adivinando que la acomodación no había salido tan bien. Edward, frunciendo el ceño, abrió su boca para hablar finalmente.

“Odio terminar la reunión, pero tenemos algunas presentaciones más por hacer. Los veo luego.”

Y con esa rápida excusa, Edward me alejó.

“¿Sobre qué fue todo eso?” pregunté, viéndolo de lado – su quijada estaba rígida con la tensión. Una expresión tan familiar.

“Norman Bouchard es... no un caballero,” dijo Edward entre dientes. “De hecho, se deleita en seducir mujeres y presumir sobre ello después.”

No pude evitar sonreír conformé noté por lo que Edward estaba tan enojado. “Aww, Edward –no te preocupes. Soy demasiado lista para caer por sus jugarretas.”

Edward se giró para mirarme a la cara, luchando por mantener el ceño fruncido, pero con una sonrisa liberándose en las comisuras de su boca. “Si, puedo verte haciéndole mucho daño primero. Pero eso no significa que tengo que pararme ahí y verlo comerte con la mirada.”

Su ceño frunciéndose más conforme contemplaba esa idea. Mi amplia sonrisa era imposible de prevenir. “Oh, Edward. Eres adorable cuando te pones posesivo y celoso”

“No estoy siendo posesivo. O celoso,” dijo a la defensiva.

“Por supuesto que si,” lo molesté. “Pero realmente no me importa – pienso que es dulce.”

Pero Edward aún estaba frunciendo el ceño. Dejé de caminar, forzándolo a detenerse y enfrentarme. “¿Qué sucede, Edward?”

Soltó un muy atípico suspiro y sus ojos me atravesaron. “No se exactamente que pensar de ti, Bella. Hay momentos como este cuando creo que podrías sentir tanto como yo – y otras ocasiones es como si estuvieras millas de distancia, como si estuvieras soñando en alguien más…”

Me sentí horrible. ¿Cómo pude haberle dado a este Edward razón para dudar de mí también? Con mi propio suspiro, me acerqué, asombrada como siempre por la sensación del calor de su cuerpo a esta proximidad. “Edward, lo prometo, cada parte de mí está contigo.”

“¿Cada parte?” sus voz estaba calmada, pero sus ojos eran optimistas.

“Cada parte,” repetí. “Por supuesto, no es fácil dejar ir el pasado por completo – pero contigo… ahí es donde quiero estar.” Eso no era una mentira, sino media verdad – Quería estar con Edward. Pero mi corazón no podía decidir cuál Edward era – o podía unirlos a ambos, como debería.

“¿lo dices en serio?” presionó. “No lo estás diciendo solamente –”

“No mentiría sobre esto,” interrumpí. Mi corazón latió con fuerza ante su sonrisa – nunca me cansaría de ver esa sonrisa, el hoyuelo en su mejilla izquierda y la forma en que sus ojos se arrugaban en las esquinas. La misma sonrisa que me daría por una eternidad.

La campanilla del reloj rompió el hechizo entre nosotros, y la sonrisa de Edward cayó un poco. “Hora de la comida, ¿estás lista?”

Realmente me sentí más lista –no sólo para el resto de la noche, sino para todo mi tiempo aquí. “Si. Vamos.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario